León Felipe: Del éxodo y del llanto


ESTA MUERTA ¡MIRADLA!
Ultima Escena de un poema histórico y dramático
-León Felipe en La Casa de España y El Colegio de México,
México, El Colegio de México, 2008-

[Fragmentos]

¡Silencio!
No digáis otra vez:
“la Historia se repite.
la vida es vuelta y vuelta,
la primavera torna
y España es siempre eterna, virginal”.
La Historia se deshace.
Un día
el palo desgastado y carcomido
de la noria se quiebra,
las ruedas ya no giran,
el agua ya no surte,
la mula vieja y ciega se derrumba,
la negra pantomima
fratricida se acaba
y el polvo es el que ordena…
¡El polvo eterno y virginal!


No se juega a la patria
como se juega al escondite:
ahora sí
y ahora nó.
Ya no hay patria. La hemos matado todos:
los de aquí y los de allá,
los de ayer y los de hoy.
España está muerta. La hemos asesinado
entre tú y yo.
¡Yo también!
Yo no fui más que una mueca,
una máscara
hecha de retórica y de miedo.
Aquí está mi frente. ¡Miradla!
Porque yo fui el que dijo:
“Preparad los cuchillos,
aguzad las navajas,
calentad al rojo vivo los hierros,
id a las fraguas,
que se pongan en la frente el sello de la
                Justicia”…
Y aquí está mi frente
sin una gota de sangre, ¡Miradla!


Vosotros, los doctores modernos,
los exploradores de la psiquis,
los loqueros,
los que pulsáis las cuerdas
heridas de los nervios
y bajáis y subís como alpinistas
por la abrupta geografía del cerebro,
¿sabéis vosotros más?
¡Podéis vosotros organizar mi llanto
o explicarme de otro modo mis sueños?
Porque no basta con decir:
es un loco… un enfermo.
Además, ya no hay locos,
ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquél manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto
y… ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
Escuchadme,
loqueros:

El sapo Iscariote y  ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios
¡en nombre de Cristo,
con la efigie de Cristo
prendida del pecho!
Y el hombre aquí de pie,
firme, erguido, sereno,
con el pulso normal,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.
El sapo Iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios…
y el hombre aquí de pie,
callado, impasible, cuerdo… ¡cuerdo!
sin que se le quiebre
el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio?
(Yo pregunto, loqueros)
¿Cuándo enloquece el hombre?
¿Cuándo,
cuándo es cuando se enuncian los con-
                ceptos
absurdos
y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido,
monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice,
por ejemplo:
no es verdad,
Dios no ha puesto
al hombre aquí en la Tierra
bajo la luz y la ley del universo;
el hombre
es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas
del mono y del camello?
¿Cuándo, si no es ahora
(yo pregunto, loqueros)
cuándo,
cuándo es cuando se paran los ojos
y se quedan abiertos,
inmensamente abiertos?
¿Cuándo es cuando se cambian
las funciones del alma y los resortes del
                cuerpo,
y en vez de llanto
no hay más que risa y baba en nuestro
                gesto?
Si no es ahora,
ahora que la Justicia vale menos
mucho menos,
que el orín
de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia
tiene menos
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora ¿cuándo,
cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil
                pedazos
el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto
y… ¡ni en España hay locos!
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
(¡Que bien marcha el reloj,
es un reloj perfecto, relojero!)


Hoy va a caer mucha agua,
¡mucho llanto! Y tendremos
que ir todos sin papeles en los bolsillos
y con los pies ligeros
para nadar, para nadar sin trabas
y llegar a algún puerto.
Ya habrá espacio otro día
para cortar el cuero;
ya habrá espacio mañana
para ordenar los papeles
y juntar documentos;
ya habrá espacio,
ya habrá espacio de sobra
para contar,
para contar
todo lo que ha sucedido en este tiempo.
Ahora… tomad todos la espada
y elegid un ejército.
Hoy no es día de contar, historiadores,
es día de gestar… de hacer el cuento,
de empezar otra historia y otra patria
y… de comprarse un traje nuevo.

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