Los Diarios de... (I)

LOS DIARIOS DE LUCRECIO GAVILÁN

"El mundo solía ser un lugar tranquilo" dijo en voz baja Lucrecio Gavilán, detective retirado de las Fuerzas Armadas mexicanas, mientras su esposa Lencha Ramírez acababa de preparar los ultimos detalles de la cena que tendrían aquella noche. "¿Otra vez comeremos el mismo pan duro con frijoles de siempre?" preguntó el exdetective a su esposa, la cual tenía aspecto de no estár ni un poco menos harta y asqueada que él por la cena que tendrían que compartir. "Al menos quedó un poco de ardilla azada de la comida de hace rato. Se la agregué a la olla de fijoles, espero le dé un sabor un poco diferente" dijo Lencha, con tono de quien busca encontrar algún lado bueno a las circunstancias, pero sin creerselo del todo. La situación por la que atravezaba el mundo era horrible y ambos lo sabían, tanto así que en el fondo se consideraban muy afortunados de aún poder permitirse lujos como lo eran comer tres veces al día.

Don Lucrecio no retiró durante toda la cena la mirada de un viejo recorte de periódico. Le gustaba leer y releer aquel pedazo de papel amarillento, más por tortura que por placer, para recordarse cómo era el mundo antes que iniciara toda la desgracia que estaba ahogando a la humanidad. El recorte decía: "Hace un par de semanas cayó en la Tierra, en un lugar no identificado del Océano Pacífico, un objeto no humano. «Al principio se pensó que era un meteorito lo suficientemente grando como para no desintegrarse en la atrmosfera a su entrada en el planeta», comentó en entrevista el científico Dr. Ausebio Miramón de la UNAM. «Pero esa versión dejó de satisfacer a los científicos cuando señales indiscutibles apuntaban a que grandes cantidades de radioactividad emanaban del sitio de coalición» agregó el mismo científico. En ese momento el gobierno mexicano, en virtud de su honrosa labor de salvaguardar la paz y seguridad internacional, mandó un grupo de científicos de élite a investigar en la zona del impacto. El comando especial estaba integrado por expertos graduados de las más prestigiosas universidades del país, así como por las mejores mentes de la diplomacia, encargados de guíar cualquier posible contacto con nuestros hermanos del mundo exterior. La misión llevaba el nombre de «Proyecto Manjatán», en honor a la gran ciudad de nombre olmeca situada a 29 kilómetros de Xalapa que en dos décadas desde su fundación se ha convertido en el centro bancario y de poder más importante del mundo. Sabemos que la embarcación con los comandos de élite llegaron al lugar donde sucedió el estrelle [sic] del artefacto el 7 de diciembre [de 2012] a medio día. Lograron extraer del lecho oceánico los restos del artefacto alienígena con gran éxito" en ese momento Lucrecio suspendió la lectura, pensando "...éxito que después probaría ser desgracia para todos. ¡Maldición, si tan sólo nada de esto hubiera pasado!". Después de unos minutos que le tomó a Lucrecio para calmarse, continuó leyendo: "Después del primer contacto con los restos del impacto toda la comunicación con el comando quedó interrumpida súbitamente. De inmediato empezó a organizarse una expedición de rescate entre los cuerpos de la Marina. Lamentablemente cuando se logró localizar la embarcación en la que viajaban las mentes más brillantes del mundo en la materia, no se pudo encontrar otra cosa más que escenas de violencia, horror y muerte. Nada sobrevivió aquella catastrofe, más que dos objetos. El primero una caja de madera en la que se habían guardado cientos de finas tabletas de un metal desconocido para los humanos, las cuales estaban llenas de simbolos alienígenas que la inteligencia mexicana sólo hasta hace pocos días terminó de descrifrar. El segundo objeto encontrado fueron los diarios del capitan de la embarcación...".

El artículo continuaba unos párrafos más pero Lucrecio fue incapaz de seguír con su lectura. El dolor y la desesperación que le provocaban recordar esos momentos era demasiado para su cuerpo cansado por los años de malavida que significan combatir a los infectados de la epidemia extraterrestre. Lucrecio terminó lo poco que le quedaba del estofado de frijoles con ardilla y se levantó de golpe de la mesa. Lencha casí ni se percató que su marido se había retirado, mucho menos que se había ido a encerrar al despecho de la casa-bunquer en la que desde hace un par de meses se habían visto forzados a vivir. En el despacho Lucrecio se dispuso a escribir una entrada más en su diario. Era una costumbre que llevaba haciendo desde el primer día en el que supo que algo andaba muy mal.

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